30/10/10

Automotores Orletti el taller asesino del Cóndor


En una esquina de un barrio de clase media en Buenos Aires todavía está en pie un taller de automóviles donde funcionó la filial argentina de la Operación Cóndor.
Si estas paredes pudieran expresar sus sentimientos, llorarían. No se aprecia a simple vista, en cada tramo llovió alguna vez la sangre.
<--Desde afuera, el edificio es demasiado estrecho y a una le cuesta trabajo imaginarlo como almacén de torturados. Apenas ocupa el espacio de un par de casas de la manzana. Tiene dos plantas. En la primera, entre carros viejos y otros nuevos secuestrados a las propias víctimas, había un tanque de agua y unos ganchos fijados en el techo, de donde se colgaban a los presos para supliciarlos con la técnica del "submarino" : sumergirlos de cabeza en el agua pútrida hasta el punto en que comenzaban a ahogarse. Algunos, como Carlos Santucho, murieron de esa forma y una no puede dejar de imaginar su agonía y sus alaridos, que debieron aterrorizar aún más a los presos que se encontraban en la planta alta, donde funcionaban otras dos salas de torturas en las que la picana podía inferir sufrimientos inimaginables. Por más que gritaran, no se escuchaba afuera. Frente a la casa una línea de trenes corta la calle. Cuando el paso de los vagones no ensordecía el lugar, los torturadores mantenían la radio a todo volumen y se beneficiaban, además, de las voces y los juegos de los niños y de las campanadas de la escuela Mauro Fernández, cuyo patio linda con el edificio. Con ese humor macabro que a veces tienen los asesinos, los militares llamaban a este centro El Jardín .Rosa Miriam Elizalde >

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