18/2/12

La globalización del miedo

Desigualdad e inseguridad son naturalizadas a nivel mundial como daños colaterales del sistema. En dos nuevos libros, Bauman analiza el fenómeno. Sus consecuencias, en una entrevista.

<--GUANTANAMO. Esta prisión irregular es parte del mundo forjado tras los atentados terroristas contra las Torres Gemelas el 11-S.
El término daño colateral , aplicado a estructuras edilicias, individuos o comunidades enteras, se utilizó hasta el hartazgo en los últimos años para describir las bajas materiales y víctimas no intencionales o imprevistas de las operaciones militares y pasó a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman se vale de esta categoría para realizar un complejo y profundo análisis de la desigualdad en las sociedades contemporáneas. Su visión es lúcida y pesimista; su interpretación de los hechos precisa y contundente.

¿Cuál es la trampa mortal que Bauman reconoce en la lógica del daño colateral? Sus consecuencias fatales, que se presentan siempre como neutrales y azarosas, en realidad, forman parte de un calculado engranaje de dominación, cuyas víctimas son la mayoría de las veces las mismas: los pobres, los marginados, los indefensos. En el juego de los riesgos indica , los dados están cargados : Quienes decidieron sobre las bondades del riesgo no eran los mismos que sufrirían las consecuencias .

.. . La vieja fórmula del Estado de Bienestar europeo, o el Estado social como prefiere llamarlo Bauman, ya no satisface efectivamente las necesidades de sus habitantes. En la actualidad, la tarea de otorgar condiciones de vida dignas queda librada a cada individuo particular, a su capacidad de posicionarse satisfactoriamente en el juego impuesto por las leyes de mercado y de defenderse frente a la siempre presente posibilidad de perderlo todo; El miedo que la democracia y su retoño, el Estado social, prometieron erradicar, ha retornado para vengarse .

El mundo se ha vuelto multicultural y, no obstante, el par, el vecino, y mucho más el extranjero o el desconocido, se han vuelto un enemigo. La promoción de la libre circulación de capital choca violentamente con las fuertes restricciones a la circulación de personas en busca de trabajo; en ese enfrentamiento encuentran su fundamento las recientes políticas globales de seguridad, fallido intento de creación de un nuevo orden. Bauman las analiza a partir de dos perspectivas puntuales: por un lado, la de los pasajeros de avión, que diariamente asienten que oficiales de migraciones desarmen sus equipajes y escudriñen sus pertenencias personales, que perros los olfateen, que se someten a todo tipo de situaciones que en otras circunstancias les parecerían denigrantes y que, sin embargo, lo hacen sin protestar, agradeciendo a las autoridades por ocuparse de su seguridad. Por el otro, la de la apatía más o menos generalizada con la que se recibió la información de la existencia de una enorme cantidad de prisioneros que sin un juicio justo cumplen indefinidas condenas en prisiones irregulares como las de Guantánamo y Abu Ghraib.

En ambos casos, se trata de situaciones inéditas de vejación personal (pequeñas en un caso, realmente horrorosas en el otro) que saltan a la vista rápidamente al momento de reflexionar sobre el problema de la seguridad en el mundo post 11-S. Lo que estos dos ejemplos, que son más o menos excepcionales si consideramos a la totalidad de la población del mundo, no llegan a mostrar, y este es tal vez el punto más relevante de las tesis de Bauman, es el modo en que la desigualdad y la inseguridad vital se extienden ininterrumpidamente en todo el globo. Según esta lectura, la publicidad de una multiplicidad de amenazas, ya se originen en pandemias y dietas o estilos de vida insalubres, o bien en actividades delictivas y comportamientos antisociales de la clase marginal o, en los últimos años, del terrorismo global , es el mecanismo reactivo que opera en una sociedad cuyo principal drama es la imposibilidad de resolver la inseguridad y las vulnerabilidades económicas que le son estructurales y contra las que los Estados hacen en general muy poco.

A este estado de cosas se le suma el problema de la multiculturalidad , una etiqueta amable que oculta una realidad poco amistosa. Sobre ella escribió en Comunidad: Aparentemente el multiculturalismo está guiado por el postulado de la tolerancia liberal y por la atención al derecho de las comunidades a la autoafirmación y al reconocimiento público de sus identidades elegidas (o heredadas). Sin embargo, actúa como una fuerza esencialmente conservadora: su efecto es una refundición de desigualdades .Y luego agregó: Lo que se ha perdido de vista a lo largo del proceso es que la demanda de reconocimiento es impotente a no ser que la sostenga la praxis de la redistribución, y que la afirmación comunal de la distintividad cultural aporta poco consuelo a aquellos cuyas elecciones toman otros, por cortesía de la división crecientemente desigual de recursos .

Sin caer en la crítica simplista de esta realidad, Bauman realiza un comentario perspicaz: Vivimos en la época de los teléfonos celulares (por no mencionar MySpace, Facebook y Twitter): los amigos pueden intercambiarse mensajes en lugar de visitas; toda la gente que conocemos está constantemente en línea y en condiciones de informarnos por adelantado sobre sus intenciones de darse una vuelta por casa, de modo que un súbito golpe en la puerta o un timbrazo que suena sin previo aviso son eventos extraordinarios, es decir, potenciales peligros .

Obtenemos así un monstruo de dos cabezas que combina el confinamiento a nivel territorial y urbano con la expansión de la exposición de la privacidad en el ámbito virtual. Esta referencia de extrema actualidad permite repensar el problema de la seguridad, incorporando nuevos matices. La conclusión, sin embargo, es la misma: el miedo, la razón primera por la que optamos por comunidades cerradas , sigue ahí; construimos barrios privados, enrejamos nuestras casas, nos encerramos en mundos virtuales, y, no obstante, el miedo no se disipa.

La necesidad de seguridad, dice Bauman, puede volverse adictiva: Las medidas de seguridad nunca son suficientes, Una vez que se da inicio al trazado y la fortificación de las fronteras, ya no hay manera de detenerse. El principal beneficiario es el miedo: prospera hasta la exuberancia alimentándose de nuestro empeño en demarcar fronteras para defenderlas con armas .


Cambiar las reglas
Las recientes crisis financieras en Europa y los Estados Unidos han vuelto a colocar en primer plano el problema de la exclusión social: nuevos estratos sociales se están incorporando permanentemente al conjunto de los desplazados, dándole visibilidad a un problema que ciertamente ya afectaba a grandes sectores de la población. La pobreza, la inseguridad y la marginalidad, parecen ser una vez más un problema de todos en los países centrales...


Nuestros ídolos, las versiones modernas líquidas de las bestias sagradas bíblicas, se han ido a pique junto con la confianza en nuestra economía .

Se plantea así entonces por primera vez en mucho tiempo la posibilidad de un nuevo inicio, de una revisión completa del sistema económico-cultural sobre el que se sostienen los países europeos. Al contrario de lo que se afirma con respecto a las medidas de emergencia prodigadas por los gobiernos a los administradores bancarios (pensando, principalmente, en los telespectadores) continúa Bauman , no hay remedios instantáneos para las dolencias prolongadas, y posiblemente crónicas .

Si el problema de fondo que permitió que se llegase a situaciones terminales de desigualdad social, los daños colaterales que millones de personas viven diariamente, se encuentra en la constitución misma del sistema, quizá sea entonces éste el momento indicado para reformular algunas de sus reglas de juego.
FERNANDO BRUNO
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