27/7/09

La doble pena de las mujeres presas

Son una minoría, apenas el 9% de todos los penados, y por el hecho de serlo soportan peores condiciones de reclusión que los varones y tiene más dificultades para acceder a determinados servicios o programas. Sufren una doble pena, según reconocen las instituciones que ahora se alían para abordar un ambicioso plan integral que acabe con la discriminación y las situaciones de desigualad que padecen estas mujeres.
Ocho de cada diez fueron víctima de la violencia de género, abuso sexual, malos tratos o exclusión antes de ingresar en unas prisiones en las que la desigualdad limita ahora su pleno derecho a la reinserción. Muchas son además madres con enormes dificultades para atender y educar a sus hijos mientras purgan su delito.
Los ministerios de Interior e Igualdad, a través de Instituciones Penitenciarias y el Instituto de la Mujer, se han aliado para el diseño de este plan integral que contempla medidas de muy diversa índole que afectan a las reclusas, los funcionarios y al propio sistema penitenciario. Las presentaron la secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, la subdirectora general de Programas del Instituto de la Mujer del Ministerio de Igualdad, Teresa Blat, y la de Tratamiento y Gestión Penitenciaria, Concha Yagüe.
MIXTAS Y OBSOLETAS
La mayoría de las reclusas están penadas por unos delitos menos agresivos y violentos que los de los varones, casi siempre relacionados con el consumo y tráfico de drogas. Pero sólo hay tres cárceles de mujeres en todo el país.
En las demás prisiones, mixtas y más antiguas, las mujeres ocupan módulos que casi siempre «están en los espacios peores y más precarios» según reconoció Mercedes Gallizo, para quien «hay barreras que provienen de la propia historia y de la situación de minoría de las mujeres».
«Hay grupos de ochenta mujeres en cárceles que acogen casi 2.000 varones y, por lo común, son ellas son las que ocupan los espacios más pequeños y con peores dotaciones», reconoció Gallizo.
Con las medidas que contempla el plan se pretende acabar con las discriminaciones en el ámbito penitenciario -sufren más la dispersión geográfica lo que dificulta el contacto con sus familiares, por ejemplo- conocer las características y necesidades de las mujeres encarceladas, y que afronten los problemas que les condujeron a la cárcel. «Queremos que puedan recomponer su vida durante el tiempo que pasen en prisión, que normalicen sus relaciones en el ámbito familiar, y que superen sus carencias de formación» enumeró Gallizo. Miguel Lorenci
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