29/6/13

Resistencia de los pueblos originarios americanos




La invasión del Imperio Español al continente americano a fines del siglo 15 fue cruda, despiadada y criminal. Esos “civilizados” cristianos que llegaron del otro lado del mar con su séquito de ladrones y sus mentiras fueron tóxicos para los pueblos originarios del continente quienes pronto entendieron la naturaleza del invasor y sus intenciones.


 Por ello resistieron sacando fuerzas a pesar de las desventajas tecnológicas en términos de armas y transporte a como diera lugar. Tenemos ejemplos notables de esa resistencia, de la lucha de las primeras naciones por sus derechos y su mundo -que no era nuevo para ellos como arrogantemente lo denominaran los españoles y otros imperios europeos (denominación que continúa en nuestros días). Y entre estos ejemplos de resistencia figura la de los Mapuche que por casi 300 años protagonizaran la Guerra de Arauco (de 1536 a 1818) manteniendo al margen de la mayor parte de su territorio a los españoles y que incluyera a miles de hombres y mujeres Mapuche luchando diariamente en que fuera una de las resistencias más largas de la historia. Y en esta resistencia se destacó el líder Lautaro, muerto al comenzar la batalla de Mataquito en 1557.
Otro ejemplo importante entre muchos levantamientos fue el del siglo 18 en Perú liderado por Túpac Amaru II (José Gabriel Túpac Amaru) en 1780 que aunque fuera el mismo mestizo organiza un ejército indígena que cuenta también con mestizos y otros, unidos todos para luchar por sus derechos. Túpac Amaru II cayó prisionero en 1781 y fue condenado a una muerte brutal; descuartizado por cuatro caballos su muerte demuestra que la calidad humana de los invasores no había cambiado demasiado desde el siglo 15 al 18.

A los pueblos reconquistados se les sometía al bautismo para volverlos a ser buenos cristianos. La reconquista fue resistida, la más importante resistencia fue la del pueblo Jemez en el Peñol, una meseta donde este pueblo se refugia y resiste por dos días, al final del asalto a este refugio queda un saldo de ningún soldado español muerto pero de 84 hombres Jemez tendidos en el suelo sin vida y otros 361 hombres, mujeres y niños prisioneros. Dos combatientes capturados fueron bautizados antes de ser ejecutados y el refugio fue quemado. En su diario Vargas da gracias a su Divina Majestad y al apóstol Santiago por el glorioso día, se sabe que la resistencia fue traicionada por aborígenes que se le unieron a Vargas. Para septiembre de 1694 la reconquista se había completado, según los escritos de Vargas “pacíficamente.” Muchos luchadores aborígenes Pueblos huyeron a otras tribus al oeste y al norte, y existieron algunos focos de resistencia en los años venideros.
El tiempo continuó y los Pueblos siguieron sufriendo opresión y hambrunas, tuvieron quizás un poco más de derechos a su cultura, el imperio español dejó de existir, pero las ambiciones continuaron. La opresión ahora venida de Washington es responsable de un genocidio a los aborígenes de todo el territorio de lo que hoy es Estados Unidos. Los niños Pueblos, igual que otros nativos de Norteamérica, sufren en 1920 otro infierno “civilizador,” ahora a manos del “Bureau” de Asuntos Indígenas que los obliga a enrolarse en escuelas residenciales o internados, cortados su pelo y vestidos como occidentales, se les prohíbe que hablen sus idiomas y se los castiga con azotes o se les lava la boca con lejía (soda caústica) si lo hacen. En la década de los 60 soplan nuevamente vientos de liberación y con esto los Pueblos también ganan algún espacio, hoy tienen independencia cultural y administrativa y eligen ellos mismos sus gobiernos votando, pero tienen una población de menos de 40.000 personas (algunos argumentan que son 60.000 habitantes). El 50 por ciento de ellos está desempleado, un 50 por ciento en la pobreza. Nuevo México l tiene 10 casinos de propiedad de los Pueblos y estos generan algunos recursos, pero también generan corrupción ideológica y económica...
Han sido más de 500 años de opresión de los pueblos originarios de este continente a manos de la civilización occidental, la misma que tiene a la humanidad toda al borde del abismo. La resistencia continúa a pesar del desgaste. Sabemos más verdades sobre el genocidio que padecieron los pueblos originarios. David Roberts reflexiona que la arqueología occidental no se ha reconciliado con la tradición oral de los Pueblos, no existe aún un puente entre los Pueblos y los intelectuales occidentales. El mismo ha sido testigo en su investigación en Nuevo México, sin embargo, que este es posible y enriquece a ambas partes y es posible gracias a la colaboración de algunos científicos, como él mismo, oficiales de las Reservas Forestales, y abnegados aborígenes historiadores que comparten lo que saben de su cultura y con un trabajo paciente contribuyen al descubrimiento de la verdad juntos, unidos todos ellos por un sentimiento común de amor por estas tierras y su historia. 
Mario Fernández


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